DE FIESTA EL MERCADO ADOLFO LÓPEZ MATEOS

DE FIESTA EL MERCADO ADOLFO LÓPEZ MATEOS

Javier es un joven de 22 años, nacido entre comerciantes. Manuel, médico de estudio pero pollero de corazón y Juliana, quien aprendió el oficio de su madre.

Su vida gira entre los andenes y los pasillos del Adolfo López Mateos, el centro comercial de Cuernavaca que alguna vez fue considerado el más grande de México.

Javier es hijo de una pareja de comerciantes que se dedican a la venta de abarrotes, él también le entra desde las 7:00 de la mañana y lo mismo carga bultos que atiende al marchante, pero como buen joven, su vida la desarrolla más allá de la tienda o de la bodega donde guardan sus mercancías.

A sus pocos años ya es todo un empresario, con su negocio de luz y sonido, el cual sin dudarlo prestó para amenizar el festejo por todo lo alto en los andenes del mercado, justo en el día del Comerciante.

Manuel, lleva el ALM en la sangre. Es la cuarta generación de vendedores en el lugar pero no solo se dedica a su negocio, es un hombre con una iniciativa inagotable, es un chismoso -dice él-, al que le gusta el mitote, y esa curiosidad lo ha llevado a emprender varios proyectos relacionados con el mercado, incluso hasta la ha hecho de guía de turistas cuando llega algún extranjero para conocer, para oler, para tener la vivencia cómo se anda entre los estrechos pasillos del mercado, sin lograr entender lo que significa “golpe avisa” o el clásico “le ayudo con sus bolsas, doñita”.

Es un líder nato, al igual que Javier, a pesar de que entre ellos hay una diferencia de más de 20 años.

Juliana es una mujer que ya dejó atrás la juventud pero que es una orgullosa vendedora de cacahuates, camotes, tamales, semillas, heredando este oficio de su madre. Vive en Xoxocotla, tiene tres hijas y un hijo pero ninguno de ellos quiso seguir el oficio, ellos quieren estudios, tener una profesión, se les hace muy pesada la vida del mercado, porque no solo es abrir un puesto a las 7 de la mañana o antes, y cerrarlo por ahí de las 6, 7 de la noche, es hacer compras, llegar a casa, seguir con la faena, el trabajo nunca se acaba, cuenta juliana, quien es una más de las 18 mil almas que dependen del ALM.

Pero el mercado no sólo es un centro comercial, se ha convertido también en un refugio para desplazados de la violencia, especialmente del estado de Guerrero, es común -cuenta Manuel-, que lleguen niños de 7, 8, 10 años, solos, cuyo destino de padres o demás familiares simplemente se desconoce.

La gran mayoría quiere salir adelante, aprende cómo ganarse la vida, si hay algunos que se dejan seducir por otras mañas pero en general es gente buena y trabajadora, dice orgulloso Manuel quien ha ayudado por lo menos a una decena de niños que llegan a su local buscando algo qué hacer para sobrevivir.

Y así es el día día en el mercado, pero hoy no, hoy es un día de fiesta, de algarabía, de festejo, hoy los locatarios, los vendedores, los clientes y uno que otro colado disfrutaron el inicio de la lucha libre en el ring que se instaló en los andenes; para después , disfrutar de Los Giles y cada tanto con el luz y sonido que apoquinó el joven Javier, sin ayuda de nadie aclaró orgulloso, para esta celebración en el día del Comerciante.

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