Por El colorido de los adornos alusivos al Día de Muertos golpea los sentidos; es una explosión de olores, sabores, texturas y tonos en el mercado Adolfo López Mateos de Cuernavaca.
El grito de pásele güerita, qué va a llevar, qué le doy, qué da va a querer, y el eventual grito de ahí va el golpe de los diableros sorprende a más de un parroquiano que realiza las compras de último momento para terminar de colocar la ofrenda.
El olor de la flor de cempasúchil con su tono anaranjado y amarillo, del terciopelo con su tradicional rosa mexicano y el blanco de la nube se combina con los del papel picado y los colgantes del catrín y la catrina.
En plenos andenes del mercado, la vendimia está a todo lo que da y de repente el visitante ve golpeado sus sentidos, de nuevo, con el olor intenso del copal, de la mirra, de la calabaza cocida, de los tejocotes en almíbar, de las ceras.
Flor de cempasúchil para que le huela rico al muerto, dice un cartel que ofrece la tradicional flor a 20 pesos el manojo y 3 por 50, porque hay que cuidar la economía de los marchantes, dice Ángel, un vendedor que lleva dos décadas dedicado a la venta de las flores en la central de abastos.
Al final del andén, o al inicio, según se vea, se encuentra doña Lupita, vendedora de catrinas hechas a mano con todo y el ajuar, dulces en miniatura de pepita, papel picado y todo aquello que se coloca en una ofrenda tradicional.
Llevo 60 años trabajando en esto y gracias a Dios este año nos fue muy bien, después de la pandemia este ha sido nuestro mejor año y eso es algo que se debe agradecer, comenta feliz.
Casandra, su sobrina veinteañera, dice orgullosa que es la cuarta generación de su familia dedicada a la vendimia; es cansado y laborioso pero es bien bonito y me gusta mucho, y mientras habla atiende a una clienta quien se lleva unos catrines de pasta en miniatura.
Y así sigue el trajín de la venta de Día de Muertos en el ALM, que mañana espera el último día de venta, especialmente en el tema de las flores y veladoras.
