EL DOLOR QUE INCENDIÓ TODO

EL DOLOR QUE INCENDIÓ TODO

(EN EL SIGUIENTE TEXTO SE OMITEN NOMBRES REALES Y UBICACIÓN DE LOS HECHOS POR RAZONES DE SEGURIDAD)

Juan* encendió la cerilla y la arrojó sobre dos hombres rociados de gasolina. Eran los asesinos de su hija adolescente, desaparecida un año atrás.

Miriam*, de sólo 16 años, fue una de las 76 mujeres reportadas como desaparecidas en 2020; su nombre se unió al de otras cuatro adolescentes desaparecidas en un mismo poblado, cuyos datos se omiten por razones de seguridad.

Los familiares y amistades de Miriam, así como vecinos y familiares de las otras adolescentes desaparecidas, emprendieron una búsqueda afanosa, primero en la pequeña región, luego en las inmediaciones del lugar.

El cuerpo de la jovencita fue encontrado semidesnudo y con severas huellas de haber sido torturada. Acorde a los estudios realizados en la Fiscalía General del Estado de Morelos, Miriam fue violada en reiteradas ocasiones por varios sujetos de los cuales no se obtuvo ningún resultado positivo que pudiera revelar las identidades de los criminales.

Una semana después, Rocío*, compañera de la primaria de Miriam también desapareció. Sólo el cuerpo de Miriam fue recuperado, de las otras cinco menores no hay rastro a pesar de las fichas de búsqueda que emitió la Fiscalía, las cuales hasta el momento siguen activas al igual que otras 650 fichas.

El caso de la adolescente cambió de desaparición a feminicidio. Pero la familia no albergó esperanzas de su resolución. Los números no favorecen a la Fiscalía. Desde septiembre de 2011 que se incluyó el delito de feminicidio en el Código Penal Estatal a la fecha, se tiene registro de 780 mujeres y niñas asesinadas, con sólo el 9% de casos resueltos.

Las mujeres víctimas de desaparición en Morelos son en su mayoría adolescentes, y a pesar de que también son las más localizadas, un gran porcentaje termina en redes de trata de personas principalmente sexual.

Poco después de un año del feminicidio de Miriam, dos sujetos fueron retenidos por los vecinos de Juan. Ambos fueron sorprendidos cuando pretendían llevarse a otra adolescente quien pudo ser rescatada cuando sus gritos alertaron a los vecinos.

En cuestión de minutos una muchedumbre los rodeó, los golpearon y ataron. Un grupo de hombre cerró el paso a la muchedumbre mientras otro grupo más reducido acompañó a los familiares de las jóvenes desaparecidas por una terracería. Uno de ellos les quitó a todos los teléfonos celulares para evitar llamadas, mensajes, fotos o videos.

Los bidones de gasolina salieron a relucir, los vaciaron sobre los dos sujetos golpeados, que yacían amarrados sobre el camino semi inconscientes, pero ninguno se atrevía terminar el cruento acto. Juan se acercó a empellones entre los presentes, les reclamó a gritos por haber matado a su única hija pero los sujetos no podían hilar palabra alguna.

La caja de cerillas pronto estuvo en su mano. Sin dudarlo encendió una y la arrojó, luego otra y otra, el combustible ardió y los gritos de los dos hombres surcaron la noche. Pronto el olor de la piel quemada hizo retroceder a los presentes quienes se cubrieron nariz y boca con los pañuelos que usualmente llevan atados al cuello para secarse el sudor. El grupo se alejó mientras los cuerpos continuaron quemándose.

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