SE DUPLICA ASISTENCIA A LA MARCHA DEL 8M… ENTONCES DE QUÉ TAMAÑO ES EL PROBLEMA

SE DUPLICA ASISTENCIA A LA MARCHA DEL 8M… ENTONCES DE QUÉ TAMAÑO ES EL PROBLEMA

El sol caía a plomo, el contingente se engrosaba a cada minuto. El negro y el violeta daban color a la avenida Emiliano Zapata, que como cada año recibía a cientos de mujeres, niños, padres, amigos hermanos, reclamando al unísono el cúmulo de vejaciones en contra del género.

Pasadas las 14:00 horas, el contingente, que aglutinó a unas 6 mil almas, inició su marcha. Pancartas, lonas, pintas consignas, pero principalmente con la vida marcada por la muerte, desaparición, acoso, violación o cualquier agravio que hoy, a más de un siglo de lucha, persisten y se hacen con más saña en contra de las mujeres.

El tamaño de la marcha de este 8 de marzo en Cuernavaca llevó al cuestionamiento generalizado: si hoy hay 6 mil voces que se unen, gritan, reclaman, destrozan, evidencian cualquier tipo de violencia, entonces, de qué tamaño es el problema.

La respuesta se encontraba justo en cada una de esas personas que hoy se manifestaba, y de aquellas que tuvieron que marchar en otra plaza, en otro estado o desde otra trinchera.

El paso de la marea violeta tuvo visos de todo tipo el lado pacífico, el lado que hermanaba pero también el lado que destrozaba.

Como los últimos 5 años, el primer punto álgido fueron las instalaciones del Consejo de la Judicatura sobre la avenida Álvaro Obregón, donde los martillazos, los destrozos y las pintas, unidos a las voces de cientos de mujeres que reclamaban al Poder Judicial el permitir que sus hijos se mantengan lejos de sus madres por el revanchismo de aquellos que no soportaron que una mujer les dijera basta, y tomaron a sus propios descendientes como botín de guerra.

Más abajo, justo en la cuchilla que da hacia el mercado de la Carolina, más pintas, más destrozos y más reclamos. Metros adelante, donde se ubican las instalaciones del hospital del ISSSTE, el reclamo fue dirigido hacia la violencia gineco obstetra principalmente. Al girar sobre la calle Ricardo Linares, de nueva cuenta el hotel restaurante Las mañanitas, que dicen adquirió el exgobernador Graco Ramírez, se convirtió en un extenso mural para pintar nombres de acosadores, abusadores y violadores.

Justo en la esquina, al llegar a la avenida Morelos, el edificio Victoria que alberga la galería del Centro Morelense de las Artes, fue atacada en su totalidad: todos los vidrios rotos, destrozos al interior, pintas y en la entrada principal la palabra “violadores”, en alusión a las decenas de casos de esta índole acallados y solapados en esta institución.

La iglesia del Calvario, esa que ha visto cientos de marchas políticas o sociales, también fue pintarrajeada. De poco sirvió el rezo, pintarle “las cruces” a las manifestantes por parte de los Provida.

Un bat blandió el aire y pegó a un par de hombres que con sus cuerpos pretendían detener el ataque. Fueron las propias manifestantes quienes trataron de calmar los ánimos de sus compañeras, aquellas del llamado bloque negro, y finalmente las cosas se apaciguaron sólo para volver a incendiarse sobre la calle de Matamoros a la altura de la antigua sede del Congreso del estado, que hoy mismo daba un bofetón a la causa, en voz de la diputada Tania Valentina Rodríguez Ruiz, al asegurar que esta Legislatura no aprobará la armonización de leyes en torno al aborto porque el bloque blanquiazul -conformado por cuatro legisladores-, no votarán a favor, al igual que la diputada Macrina Vallejo y Mirna Zavala, y otro nombre más que no quiso o no pudo recordar.

Por eso se tornó incomprensible que la diputada panista Andrea Valentina Gordillo Vega, en un acto de total incongruencia, se sumara al contingente con megáfono en mano para gritar consignas a favor de las mujeres y exigir justicia, justo ella que una y otra vez ha declarado que los derechos de las mujeres, como el acceso a un aborto seguro y gratuito, tenga que ser sometido a votación porque, según ella, no está lo suficientemente discutido.

El tambor batiente de Wamazo advertía a los parroquianos que pasaban en la tarde en el Zócalo de Cuernavaca, que la marcha venía y que rugía como nunca el grito de justicia. Cada acorde retumbaba en propios y ajenos, que lo mismo corrían “para ponerse a salvo” o se detenían para aplaudir y apoyar la causa de las mujeres.

Cientos entraron a la Plaza de Armas.

De poco valieron las vallas que torpemente alguien colocó para que la sede del Ejecutivo estatal no fuera vandalizada.

El estruendo de un martillazo dio el inicio del ataque feroz contra un edificio que representaba el adeudo histórico que tienen las autoridades con las mujeres, no prevenir el delito, no garantizar el derecho de las mujeres e impedirle el acceso a la justicia.

Pintas, pegotes y cientos de pancartas fueron colocadas en toda la fachada de Palacio de Gobierno y unos instantes antes de que iniciara el pronunciamiento, otro estruendo acompañado de una nube densa y blanca, hizo que la masa retrocediera.

Algunos dijeron que fue gas pimienta, otros que fue el gas de los extintores, pero por varios minutos reinó la confusión, decenas de mujeres fueron rociadas con agua embotellada para que pudieran respirar.

Los ojos ardían y la garganta se cerraba y el único resultado fue enardecer aún más a la manada.

Finalmente, el pronunciamiento se hizo, un extenso recordatorio de los agravios, de los pendientes, un largo petitorio para resarcir los errores, luego, decenas de mujeres tomaron el micrófono y contaron sus experiencias y así llegó la “calma”.

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