
En un giro inesperado en la tensa guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo, el presidente estadounidense Donald Trump anunció este viernes 9 de mayo su intención de reducir los aranceles impuestos a productos chinos del 145% al 80%.
La decisión, sin embargo, está condicionada: China debe abrir su mercado a los productos estadounidenses.
La propuesta llega en vísperas de una reunión de alto nivel en Suiza entre delegaciones de ambos países, encabezadas por Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, y el viceprimer ministro chino He Linfeng.
Aunque el lugar exacto del encuentro se mantiene en reserva —con Ginebra o Lausana como posibles sedes—, se trata del primer acercamiento formal desde que comenzó el conflicto arancelario, y está rodeado de incertidumbre.
CHINA RESPONDE: “NO ACEPTAREMOS CHANTAJES”
Pekín ha evitado confirmar expectativas, pero ha dejado claro que no cederá ante presiones.
Desde la capital china, portavoces oficiales afirmaron que esperan “sinceridad” de Washington y que no aceptarán “chantajes”, en referencia a los mensajes recientes de Trump en redes sociales. “¡China debe abrir su mercado a Estados Unidos! ¡Sería tan bueno para ellos!”, escribió el mandatario.

La guerra comercial ha afectado de manera desproporcionada a China, que es el mayor exportador del mundo.
Actualmente, EE. UU. aplica un 145% de aranceles sobre importaciones chinas, mientras que China ha elevado sus gravámenes a los productos estadounidenses al 125%. En Washington, incluso funcionarios aliados a Trump reconocen que el nivel actual de tarifas es “insostenible”.
¿UNA NUEVA ETAPA EN LAS RELACIONES COMERCIALES?
Las negociaciones podría plantearse un descenso aún mayor de los aranceles estadounidenses al 60%, lo cual dependería de gestos equivalentes por parte de Pekín.
Este acercamiento también ocurre en medio de preocupaciones crecientes en EE. UU. por el alza en los precios al consumidor y el impacto en las cadenas de suministro.
Además del tema arancelario, otros temas clave en la agenda son la crisis del fentanilo, que Washington vincula al tráfico desde Asia, y el déficit comercial con China, que en 2024 ascendió a más de 582 mil millones de dólares en bienes.
China tiene también cartas fuertes: el control de tierras raras, esenciales para la tecnología y defensa, y su papel como segundo mayor poseedor de bonos del Tesoro de EE. UU., lo que le otorga influencia financiera considerable.
Ambas potencias necesitan estabilizar su relación comercial, tanto por sus propias economías como por el impacto global que una guerra comercial prolongada puede provocar.