La pandemia por el virus causante de la Covid-19 trastocó diversos ámbitos de la vida cotidiana, y las festividades del Día de Muertos no es la excepción, como las visitas a los panteones para rememorar a nuestros muertos, declaró el vicario de la Diócesis de Cuernavaca Tomas Toral Nájera.
En su encuentro habitual con los medios de comunicación en la Catedral de la capital morelense, el prelado resaltó la importancia de la tradición prehispánica, fusionada con la religión católica desde décadas atrás, donde, dijo, es una alegoría a la vida más que a la muerte.
“El festejo de Día de Muertos, con la realización de las ofrendas, con la comida, bebida y fotografías de nuestros seres queridos que se adelantaron en el camino, es parte de la idiosincrasia de los mexicanos, pero una parte primordial era precisamente la visita a los panteones”, señaló.
En México, es tradición que desde los últimos días de octubre y los primeros de Noviembre, se visiten las tumbas en los camposantos para arreglar el lugar a las almas de los muertos, con la colocación de flores y rezos.
Pero en algunas regiones como Michoacán, Tlaxcala, Ciudad de México y Morelos, el festejo inicia la noche del 1 de noviembre donde se coloca la tradicional flor de cempasúchil que marca el camino, se adornan las tumbas con flores, veladoras, papel picado, entre otros aditamentos, algunos acostumbran llevar conjuntos y realizar comilonas toda la noche, para que la mañana del 2 de noviembre se haga un servicio religioso.
Pero la pandemia, aclaró el vicario, diversificó esta actividad debido a que por las aglomeraciones en los panteones, éstos se consideran focos rojos. “Ojalá este año podamos realizar las visitas a los panteones como se acostumbraba hacerlo”, expresó.
Sin embargo, en Cuernavaca, por disposición de las autoridades municipales, todos los panteones estarán cerrados del 29 de octubre al 3 de noviembre próximos, a fin de evitar la propagación del virus y en el poblado de Ocotepec, famoso a nivel mundial por la famosa “cereada”, ésta se realizará sin permitir la entrada a personas ajenas a la comunidad.